Solidaridad en un sistema de Competencia

Solidaridad en un sistema de Competencia

Cuando Adam Smith convenció al mundo sobre el altruismo del modelo capitalista, éste cambió su destino. Y es que todo modelo de mercado debe contener en sí un propósito de bien común, en el que todos ganen.

¿Es eso la solidaridad? ¿Sólo ser consecuentes con el modelo?
Pues todos los modelos planteados y realmente ejecutados en algún sistema contienen el componente de «beneficio para todos», en su teoría (izquierda o derecha, o como suelan llamar a la innumerable escala de grises). Es la falta de consecuencia, de una debida motivación y de los vicios en el actuar humano, lo que no hace posible que tal efecto se produzca de manera efectiva. Entonces, ¿es el sistema o el ser humano?

– El sistema: la competencia.

La competencia nos permite desarrollar al máximo nuestro potencial, crecer, evolucionar y desarrollar tecnología más eficiente por innovación, eficiencia de costos y adecuada distribución.

Sin embargo, existe una contradicción del sistema al analizar el premio que nos otorga el mercado, ya que premio máximo por desarrollar esta eficiencia, es el monopolio. Es decir, la no-competencia.

El monopolio no es altruista en sí mismo, y en él no se dan las condiciones de altruismo que convencieron al mundo en la era «Smith», y que cambiaron el concepto de Hume. ¿Encontramos una mano invisible que provoca efectos virtuosos en el estado de no-competencia?

Lo que sí podemos concluir es que la competencia nos hace mejores a todos de alguna manera (a todos los que compiten), por lo que el enfoque que tenemos de este sistema es que el premio que éste otorga al mercado, es la competencia en sí, y no el monopolio.

En «El gen egoista» de Richard Dawkins (1989), y en la defensa de las posiciones de libre mercado más recalcitrantes, a las que yo llamo el «beneficio sin fin solidario» se dan algunos ejemplos interesantes:
El pingüino debe empujar a un congénere al mar, para proteger al resto, es decir, para saber si existe un lobo marino rondando. O un pájaro debe inmolarse frente a su bandada al emitir una señal de peligro que lo pone en una situación de riesgo mayor frente al depredador.

Lo cierto es que bajo ninguna de estas circunstancias se genera un efecto solidario, y ni siquiera altruista.

En la lucha por ser mejores, en cambio, evolucionamos quienes competimos en igualdad de condiciones.

Por tanto, excluyendo la figura del monopolio (premio a eficiencia), la competencia debe ser un fin en sí mismo, de manera independiente al componente altruista o egoista. Ésta nos hace mejores a todos los que participamos de ella.

Ningún sistema económico ha sido aplicado considerando un efecto negativo en la sociedad. Lo que existen son experiencias positivas o negativas de las consecuencias del sistema objetivo, que derivan en la correcta o incorrecta motivación de las personas.

– Y ¿el Estado?

El Estado cumple la función más importante en este sistema: la de no intervenir en la competencia: no subvencionar a los agentes en el proceso de competencia, pero tampoco trabar su desempeño (no subsidios, no barreras burocráticas).

Su propósito es el de generar infraestructura para generar así, condiciones de competencia equilibrada. Y no hablamos sólo de carreteras en sentido figurado, sino de la principal infraestructura: la educación.

Su deber debe apuntar a fomentar la competencia, prepararnos para ingresar a tal sistema, para asistirnos cuando no estemos en él debido a factores exógenos con vicio contenido, y para sancionar el actuar desleal y demás vicios de los actores el propio sistema. El sistema de competencia es altamente consistente para mantener un equilibrio económico sin la intervención del Estado.

Tener en cambio un gobierno que sólo se dedique a poner trabas a la inversión, a premiar la informalidad, y a mantener altos niveles de corrupción, es un Estado tóxico.

– ¿Y en un estado de pandemia?

El mercado se mueve en función a expectativas y al conocimiento y satisfacción de necesidades. Al cambiar las necesidades de las personas y sus expectativas, es más que evidente que el mercado cambiará, y por tanto, lo tendrá que hacer la oferta.

No hay proyección económica que mida un evento de este tipo con tanta antelación para estar realmente preparados. Por tanto, cambiaremos sobre la marcha.

La culpa no la tiene el sistema. Ni tampoco se podría concluir con estos hechos, que el sistema no cumple su objetivo. Somos nosotros quienes debemos cambiar,  para ingresar nuevamente al sistema.

Y el rol del Estado en este propósito es el mismo que anunciábamos líneas arriba: generar o incentivar la infraestructura necesaria para que el sistema vuelva a operar con distintos actores, o al menos con actores en diferente posición; asistirnos cuando no estemos en él debido a factores exógenos (vicios), fomentar el re-ingreso, y para sancionar el actuar desleal y demás vicios de los actores el propio sistema. Pero por sobre todo… dejar de lado la toxicidad: corrupción y barreras burocráticas ilegales.

Las barreras burocráticas ilegales cumplen el efecto contrario a la finalidad del Estado. Detener la inversión, y crear una esfera de desconfianza.

La mejor ayuda que se puede tener del Estado es que se aleje de la competencia y del mercado,  y  se encargue de brindar infraestructura, material y subjetiva. Incrementar capacidad instalada en salud, y crear una plataforma sólida de educación, entre otras.

Esto es precisamente ser inclusivo en términos de mercado.

– Volviendo a la solidaridad.

La solidaridad no está presente en nuestro sistema por más eficiente e inclusiva que sea la libre competencia, ya que ser solidario no sólo es ser sólido o consecuente con un sistema inclusivo en competencia, sino ir más allá.

Es lo que podriamos llamar en el modelo de Perez Lopez, un tercer nivel: pensar más allá del beneficio propio en un sistema eficiente, y enfocarse en el servicio como medio de encontrar un vínculo de unidad.

Por tanto, ser solidario no sólo es pagar impuestos, ni tampoco poner parches a los errores formales del estado, dándole de comer a quien el Estado haya dejado de cumplir con su labor.

Es una labor desinteresada, fuera de los compromisos con el sistema, pero que valga. No sólo respetar y cumplir con la ley.

La solidaridad está en el confiar, servir. Es ser inclusivo en términos de mercado, es decir, propiciar la entrada de agentes a competir, capacitar, formar, dejar ir y alentar colaboradores a competir directamente.

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